
Este post se lo dedico a un grupo de chicas muy especial que invadió el otro día mi comedor y con el que pasé un rato muy agradable, aunque se hizo un poco corto. Cuando se fueron, me quedé pensando en que alguna de las cosas que habíamos comentado no había quedado lo suficientemente clara, así que, aunque me encantaría volver a verlas, pero por si no tenemos ocasión, les dedico unas líneas.
Mientras hablábamos, alguien pronunció la palabra "debería" y, como buena psicóloga, saltó mi alarma. Supongo que os preguntaréis porqué los psicólogos le tenemos tanta "manía" y eso es lo que voy a tratar de explicar.
A medida que vamos creciendo, generamos ideas sobre el mundo, las personas, nosotros mismos... Percibimos patrones que se repiten y aprendemos la manera en la que SUELEN funcionar las cosas. Esto es necesario y funcional, el problema surge cuando perdemos el "SUELEN" y creamos ideas rígidas de como tiene que funcionar el mundo y nos encontramos con que la realidad es otra, es entonces cuando nacen los PROBLEMAS.
Por ejemplo, cuando yo pienso que, cuando estoy triste, mis amigos deberían preguntarme o consolarme y me encuentro con que no lo hacen, surge un problema. A veces pasa cuando extrapolamos lo que nosotros creemos que haríamos en esa circunstancia o bien porque pensamos que tendría que resultar obvio para los demás (siempre de acuerdo con nuestra lógica y razonamiento personal).
No solo es aplicable a los demás sino a nosotros mismos: "debería haber estudiado más para el examen", "debería haberme dado cuenta de que estaba enfadado", "debería hacer las cosas mejor", etc.
Todo estos son pensamientos muy frecuentes y muchas veces inevitables pero si nos quedamos bloqueados en lo que "debería haber pasado" y no ha pasado, nos bloqueamos sin encontrar solución al problema:
- Los debería hablan siempre del pasado, cosa que no se puede cambiar, por lo que criticarlo o no aceptar las cosas como han sucedido sólo nos aumenta el sentimiento de rabia y frustración
- Si estamos frustrados y ofuscados, podemos perder detalles de la situación que nos ayudarían a comprenderla mejor y a aprender de ella.
- Tampoco pensamos en qué es lo que puedo hacer con esta situación y si tengo opción de modificar algo.
Siguiendo con el ejemplo anterior, si pienso: "Mis amigos no me consuelan cuando tengo un mal día" tengo dos opciones.
A: Vaya amigos que tengo, que no se preocupan por mí. Si yo enseguida que tienen un problema estoy para ellos y así me lo pagan... Desde luego no merece la pena estar con ellos...
B: Qué raro que no me hayan dicho nada al verme de bajón... ¿Qué estará pasando? Realmente, solo he estado más callada de lo normal y he soltado alguna indirecta. ¿No se habrán dado cuenta? Normalmente suelen portarse bien conmigo, además estamos de exámenes y vamos con prisas y cada uno en su mundo... ¿Qué puedo hacer? Igual si les pido ayuda y les digo que necesito hablar aclaro la situación. Si no me hacen caso entonces a lo mejor es que pasa algo, si me atienden, igual me he rayado yo...
¿Qué opción te parece más útil?
Está claro que tenemos preferencias sobre cómo nos gustaría que fueran las cosas y que solemos guiarnos por lo que creemos que haríamos nosotros en determinadas circunstancias, pero no hay que olvidar que son opciones personales y que no todo el mundo tiene las mismas prioridades que nosotros.
Además, hemos de contar con que a la hora de evaluar la actuación de los demás siempre nos van a faltar datos, por lo que es muy peligroso juzgar a los demás.
Entender esto, te ayudará a tener una visión más amplia de las situaciones del día a día y será más fácil tomar buenas decisiones.
Por último, por si te apetece reflexionar un poco, cada vez que te veas a ti mismo diciendo "debería..." piensa dónde lo has aprendido y en qué te basas para afirmar eso. Te dejo alguna idea:
- Mis padres deberían...
- En mi vida debería...
- Mis amigos deberían...
- Yo debería...